Esta historia, escrita por la autora americana, Valerie Cox, nos habla de una mujer que llega a la estación de ferrocarriles para subir al tren, que la dejara después de un viaje de dos horas en su ciudad natal. Al preguntar por el anden de salida, el empleado le avisa de que el convoy va con retraso y llegara a la estación una hora mas tarde de lo previsto.
Molesta, como cualquier persona a quien le toque aguantar un plantón, la mujer se acerca a un pequeño establecimiento para comprar un par de revistas, un paquete de galletitas y un refresco. Minutos después, se acomoda en uno de los bancos del anden.Pone sus cosas a un lado y empieza a hojear una de las revistas.
Pasan unos diez minutos. Por el rabillo del ojo, ve acercarse a un joven barbudo que se sienta a su lado. Casi instintivamente, la mujer se aleja del muchacho, sentándose en la punta del asiento y sigue leyendo su revista.
Otra vez de reojo, ella ve con asombro como, sin decir nada, el joven estira la mano, coge el paquete de galletitas que esta entre ambos, lo abre y coge una galletita.Que poca verguenza!, piensa ella.
Dispuesta a poner punto final a esa situación, pero no a dirigirle la palabra al joven descarado, ella se gira y ampulosamente coge una galletita del paquete y, mirando fijamente al muchacho, le da un mordisco. El joven, por toda respuesta, sonríe y...coge otra galletita del paquete.
La mujer, indignada...No se lo puede creer. Vuelve a mirar fijamente al muchacho y coge una segunda galleta. Esta vez hace un gesto exagerado con ella, frente a la mirada del joven y sin quitarle los ojos de encima, mastica con enfado.
Así continua este extra;o dialogo silencioso entre la mujer y el muchacho. Galleta ella, galleta el. Primero, uno, luego el otro...La se;ora, cada vez mas indignada, el muchacho, cada vez mas sonriente. En un momento determinado, en el paquete queda una ultima galleta. La ultima galletita, no se atreverá...., piensa la mujer.
Y como si hubiese leído el pensamiento de la indignada mujer, el joven alarga la mano de nuevo y con mucha suavidad, saca del paquete la ultima galleta, la parte por la mitad y mirando fijamente a los ojos de la mujer, le ofrece una de las mitades con su sonrisa mas encantadora.
Gracias, le dice ella aceptando la mitad con voz y cara de pocos amigos.
En ese momento, llega el tren que la mujer esperaba.La se;ora se pone de pie, recoge sus cosas del banco y se sube al vagón que le corresponde.
A través de la ventanilla del tren, la enfadada pasajera observa como el joven se come a peque;os bocados la mitad de la ultima galleta.
Con una juventud como esta, se dice ella en voz baja, este país no tiene remedio!
El tren arranca.Con la garganta reseca por el enfado, la mujer se dispone a abrir su bolso para buscar el refresco que había comprado.Para su sorpresa, allí estaba, sin abrir, su propio paquete de galletitas.......
Esta historia se podría utilizar para hablar de muchas cosas, pero sobre todo del terrible poder de los prejuicios. De los preconceptos, lo injusto de los análisis que a veces hacemos cuando dejamos que nuestra mirada se ti;a con la parcialidad que aportan nuestras creencias.
Renovemos nuestra mirada!!!!
1 comentario:
Que bonita historia, y cuan aplicable es a este desbarajuste de sociedad en la que vivimos
gracias hermana!
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